jueves, 26 de noviembre de 2020

La crítica mordaz hacia el Diego

 

Cuando se es mediocre, cuando se es un barrilete de plomo, no hay libro que venga bien.

Ayer leí, entre millones de tuits llenos de lágrimas y amor hacia al Diego, a esos tuiteros odiadores seriales de todo lo que tenga aroma a pueblo, a argentinidad. A esos tuiteros, seres de almas caducas, les digo que no llegarán nunca ni a ser la mugre de la uña del dedo meñique del Diego y porque no son nadie ni nada, necesitan hacerse valer a través de lo único que conocen que es el disconformismo y el desprecio al otro. No saben qué es el amor, qué es el amor universal y no entienden que el mundo ahora esté llorando.

Recuerdo cuando falleció este año en mayo el Trinche Carlovich, cómo los odiadores tuiteros decían que no había sabido “vivir” porque había desaprovechado las oportunidades de ir a jugar a Europa, en esencial a Francia, que había desaprovechado la oportunidad de ser multimillonario. El Trinche eligió una forma de vida tranquila en su amado club “Central Córdoba”, en su barrio y en la calma de las islas del Paraná, donde disfrutaba de la sombra de un sauce para una siesta estival. Al Trinche, por llevar una vida opuesta a la del Diego, lo crucificaron, del mismo modo que ahora crucifican al Diego, por haber llevado una vida opuesta a la del Trinche. El Trinche y el Diego, seguramente en este momento están charlando de fútbol y tomando unos ricos mates. 

Al tuitero odiador serial, escudado bajo la capa de invisibilidad que da un falso nombre, nada le viene bien, nada lo va a conformar porque no sabe vivir de otra manera que no sea odiando y el odio, no es más que una variante de la envidia enquistada en lo profundo de la mente, porque al Diego lo envidiaron por ser uno de los mejores jugadores del mundo, por hablar, por decir lo que se le pasaba por la mente y generalmente era una genialidad. 

Al odiador serial le molestaban los millones del Diego porque siendo millonario no era un “señorito”, seguía llevando el barrio en el alma. El odiador serial, pretende del otro lo que él jamás va a llegar a ser, el odiador serial, nunca podrá ser una persona de bien, nunca será “un señorito” porque al igual que el Diego, no nació en cuna de oro, pero para empeorar, el odiador no sabe cómo salir del barro y allí se queda estancado; por el contrario, el Diego se levantó, lo hizo a su manera, como le salió, como él quiso, como le gustó y vos, odiador serial no tendrás tu estrella propia en el cielo.

Diego, querido, los que te amamos, valoramos y sentimos, te vamos a extrañar.

¡Hasta la eternidad, Diego Armando Maradona!

¡Hasta siempre, Barrilete Cósmico!

Teodoro Klostenmayer

Presidente de la Agrupación Ecologista “Lobos de Odín”



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