“No hay fracasos, sólo resultados”, no es una fórmula para consolar
a quien ha errado, ha sido vencido, ha desaprobado un examen, etc. sino que es
una fórmula para observar el resultado obtenido con una mirada ajena al
pesimismo que hunde e impide pensar con claridad. Ayuda a pararse y a enfrentar
la situación, como observador crítico-no-destructivo de los acontecimientos, a
desmenuzar, a leer entrelíneas y descubrir mucho de lo que se pudo haber dejado
pasar.
Al analizar una equis
circunstancia bajo la mirada de “no hay
fracasos, sólo resultados” debo aplicar una serie de preguntas para poder
obtener una respuesta más cercana a la verdad, objetividad y sinceridad sin
autocrítica destructiva. Preguntemos:
¿Quién?
→ ¿Quién fracasó? ¿Yo solo? ¿O somos más los responsables?
¿Cómo? → ¿Cómo sucedió?
¿Cómo fue la secuencia de acontecimientos? ¿Cómo llegué a este resultado?
¿Cuándo? → ¿Puedo detectar
el momento del inicio de la fisura o de quiebre?
¿Dónde? → ¿Dónde comenzó
a manifestarse el problema? ¿Fue siempre en el mismo ámbito? ¿Hubo / hay otros lugares implicados?
En las
respuestas, si queremos tener un resultado los más
verdadero, objetivo y sincero, deberemos sí
o sí evitar los llamados
“cuantificadores universales” porque son nuestros primeros
enemigos a la hora de una evaluación o autoevaluación. Ellos son:
Nada / nadie → ¿Nadie intervino? ¿No pasó nada? ¿Nadie hizo nada?
Todo /todos → ¿Todo es un
desastre? ¿Todos están en mi contra? ¿Todos son malos?
Nunca / siempre → ¿Nunca pasó algo así? ¿Siempre
es igual / lo mismo?
Después de este análisis, estamos en condiciones de pensar que “si
es posible para el mundo, es posible para mí.” Y
no estamos
diciendo: “es posible para todos”, sólo “es posible para mí”,
porque quien estuvo haciendo la evaluación en su
mente, sobre un
papel, es el afectado directo, y, si el afectado directo es un grupo,
no estaría mal, que primero, cada uno en soledad, haga su propia
evaluación, su propio análisis,
para luego, observar las
convergencias y las divergencias.
En síntesis, nunca olvidemos el axioma hermético de “el hombre
piensa
y el deva[2] actúa” para que podamos sentir que “si es
posible para el mundo, es
posible para mí”.
Heidi, Frida y Violeta
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